El Profesor D. Juan de Azúa fue, con Olavide -formado este último en la escuela francesa-, el pionero de la Dermatología en nuestro país.
Azúa, oriundo de Madrid, nace en Septiembre de 1858, de familia modesta, tenía sangre vasca y castellana. Su primera enseñanza tuvo lugar en Siruela ( Badajoz); la segunda ayudado por su tio, el Dr. Suarez Monje, médico homeópata, la desarrolló en Madrid.
Comenzada su carrera de Medicina, es alumno interno de la Facultad de San Carlos, Presidente del Ateneo de Alumnos Internos; se licencia en 1879 y se doctora en 1906, siendo ya médico de San Juan de Dios.
Opositor múltiple, es médico de la Beneficiencia Municipal de Madrid y desde 1884 profesor de Número de la Beneficiencia Provincial, siendo sus compañeros de promoción Fiol del Valle, Vera López. Bravo Coronado, López Elcegaray y Carcía Mansilla.
(Existe un estudio de la personalidad científica y la obra de éste médico español: DURAN SÁNCHEZ, J.:"Biografía del Dr, D. Juan e Azúa y Suarez". Trabajos de la Cátedra de Historia Crítica de la Medicina.VII:247-52. MADRID 1936.)
Despues de seguir la carrera con gran entusiasmo, siendo discípulo predilecto del Dr. Creus, ingresó por oposición en el Hospital Provincial, dedicándose a cultivar la especialidad de enfermedades de la piel. Anteriormente se formó en Medicina General y en Medicina Interna.
Azúa, iniciado en los estudios dermatológicos dentro de la doctrina humorista y recogiendo la herencia científica del Dr. Olavide, acoge con entusiasmo la innovadoras teorías de la Escuela de Viena cuyos representantes eran Hebra y Kaposi, llevó a cabo la gran revolución de nuestra Dermatología, que consiguió independizar, separándola del antigüo concepto diatésico.
En nuestro país, dicen Sanchez Covisa y Bejarano Lozano, han tenido las doctrinas de Hebra un ilustre representante en la obra fecunda, desde el punto de vista pedagógico del Prosfesor Azúa; Alvarez Sainz de Aja, ratifica lo mencionado por estos autores y dice que sus lecturas tienen como más principales fuentes las publicaciones austroalemanas en la Escuela de Hebra y Kaposi.
Este gran maestro dió a la historiología toda la importancia que se merece. De un modo minucioso hacía la historia clínica de cada uno de los enfermos, y en pocos años consiguió formar un archivo, que era la admiración de los especialistas extranjeros.
Tras los nombres de Gaspar Casal ("Estudio sobre la Pelagra"), Benito Hernando ("La Lepra en Granada") y Olavide, es Azúa el continuador y al mismo tiempo el renovador ,que da empaque a la especialidad y a ella aporta los conocimientos de finales del S. XIX y primera década del XX.
Su formación se aleja de Olavide, y de Bombin, y muerto el Dr. Castelo (padre) no encontró -"que bien pudo"- tener un contrapunto en Fernando Castelo.
Alvarez Sainz de Aja, que conocía bien al maestro, en su monografía titulada "Apuntes de su Historia", manifiesta que Azúa inició una colaboración con el Dr. Serrano Lorente y Povedano, uniéndose más tarde a su equipo Oyarzabal; y después Garcia del Mazo, Sixto Martín y José Quintero Duque, que comienzan a formar el censo de sus discípulos; pero ni unos ni otros colaboran en la parte ascensional de la clínica, aún cuando son intangible trabajadores. Así podremos comprobar como en un periodo de tiempo, 1889 a 1908, publica poco; su obras sanitarias :"Etiología del eczema vulagar por estafilococo dorado", "Doce años de práctica dermosifilográfica", Demografía dermatológica y sifilografía de la provincia de Madrid".
Según este mismo autor, en el año 1904 publica, en colaboración con Claudio Sala, su trabajo sobre "Pseudoepitelioma cutáneos", que presenta al Congreso Internacional celebrado en Madrid. En 1902 es nombrado oficialmente profesor de Dermatología. En 1909 funda la "Revista Clínica de Madrid"
, en unión de Elcigaray, Goyanes, Medinabeitia, Cardenal y Salas y Ortiz de la Torre, revista que no tardó en ser absorvida por el "Siglo Médico" y por la constitución de la Academia Española de Dermatología y Sifilografía, a la cual Azúa dedica su tiempo y la mayoría de sus trabajos y comunicaciones originales.
Por libros y revistas* dejó esparcidos múltiples trabajos que forman una interminable lista, todos interesante y e un gran valor.
*(España Médica. Los progresos de la Clínica. Actas Dermosiflilog.)
Algunos de sus trabajos figuran más adelante. Todos ellos, según Alvarez Sain de Aja, escritos con gran rigor y estilo, pero continúa diciendo que, los dermatólogos echan de menos un libro fundamental suyo, y que aún pasado el tiempo, serviría de guia y de norma en esta especialidad que cada dia, en concepto más amplio en relación con la Medicina Interna, adquiere un mayor relieve.
En la dedicatoria del libro de Sánchez Covisa y Bejarano, titulada "A la memoria del Profesor Azúa, dice:
" La más notable y legítima aspiración del que se dedica a la enseñanza es que sus discípulos igualen su obra y si es posible la mejoren. Nosotros no tenemos la pretensión de superar ni aún igualar, la obra de Azúa, pero si queremos, dentro de nuestra modestia, completarla. Y creemos, acaso con excesiva vanidad, que al intentarlo, realizamos los deseos del maestro"
Esta misma dedicatoria dice que, a pesar de la actividad prodigiosa del Profesor Azúa, no llegó a publicar el tratado de enfermedades de la piel que él soñaba y que la ciencia española le pedía y que con la obra que hoy publica, que es, en realidad, parte de su obra misma, puesto que a su lado se habían creado, completan la fecunda labor del maestro, su aspirción se verá lograda. También dicen que dejaran a los discípulos que lo sigan y les superen, "en el trabajo y la gloria de escribir", y de mejorar la obra de Dermatología que hubiese escrito el maestro.
Lo que caracteriza a este profesor y a sus discípulos, manifiesta Alvarez Sierra, es el detenimiento en la observación de las lesiones, la minuciosidad al escribir las caracter´siticas de la piel enferma, y los razonamientos en que fundamentaba sus diagnósticos. Sobre este particular Gimeno Vicente escribe del maestro:
".....En el maestro encantaba su facilidad de improvisación, con una exactitud y justeza extraordinarias, sobre cualquier punto que suscitaba la presentación muchas veces imprevista de un enfermo para que el los examine..."
Esta misma dedicatoria dice que, a pesar de la actividad prodigiosa del Profesor Azúa, no llegó a publicar el tratado de enfermedades de la piel que él soñaba y que la ciencia española le pedía y que con la obra que hoy publica, que es, en realidad, parte de su obra misma, puesto que a su lado se habían creado, completan la fecunda labor del maestro, su aspirción se verá lograda. También dicen que dejaran a los discípulos que lo sigan y les superen, "en el trabajo y la gloria de escribir", y de mejorar la obra de Dermatología que hubiese escrito el maestro.
Lo que caracteriza a este profesor y a sus discípulos, manifiesta Alvarez Sierra, es el detenimiento en la observación de las lesiones, la minuciosidad al escribir las caracter´siticas de la piel enferma, y los razonamientos en que fundamentaba sus diagnósticos. Sobre este particular Gimeno Vicente escribe del maestro:
".....En el maestro encantaba su facilidad de improvisación, con una exactitud y justeza extraordinarias, sobre cualquier punto que suscitaba la presentación muchas veces imprevista de un enfermo para que el los examine..."
"....Había que ver entonces como, después de una rápida visión exploratoria de conjunto, hablaba y hablaba sobre todo cuando se refería a la dolencia: historia, etimología, etiología, síntomas, evolución, pronóstico y terapéutica, todo. En rápida exposición quedaba hecho un cuadro clínico, acabado, magistral. Su enseñanza era original...., suya. Amante de lo práctico, como requiere la naturaleza de toda disciplina médica, daba siempre, siempre, su lección con enfermos: No concebía que se enseñase sin el caso vivo. Esas hermosas disertaciones improvisadas casi siempre, repetidas una y mil veces (mañana y tarde), las leía el Dr. Azúa con una naturalidad, con una expontaniedad que encantaban, dejándo siempre un reguero de enseñanza. Prueba de ello es el numeroso público médico que acudía a las sesiones de la Sociedad Dermatológica Española"
Azúa era el éxito de la observación y de la intepretación de lo observado.
Al ingresar en la Beneficiencia Provincial José Sánchez Covisa y Álvarez Sainz de Aja, se encuentra D. Juan de Azúa con un refuerzo de consideración que hace explotar lo que llevaba dentro y florecen y fructifican sus enormes conocimientos clínicos y su capacidad constructiva. Fue por entonces cuando, despues de treinta años de ser licenciado, se doctoró, versando su Tesis sobre " La reacción de Noguchi en Sífilis", y fue precisamente por este trabajo excepcional cuando a los dos años, en 1911, le hicieron Catedrático efectivo.
A su regreso de Francfurt, pronuncia en el Ateneo de Madrid una extraordinaria conferencia sobre tan excepcional, por aquel tiempo, terapéutica. Las cien primeras historias clínicas de enfermos tratados por este descubrimiento terapéutico, repletas de datos y escritos en alemán correcto, se le enviaron a Ehrlich; este le encargó de un modo especial estudiase el Salvarsan en sus relaciones con la Sífilis hereditaria.
Imágen/Lab.Beecham |
"Nosotros fieles al criterio desde un principio sustentado por el Profesor Don Juan de Azúa, nuestro ilustre maestro y jefe, y fundándonos en la experiencia que ha proporcionado sobre el particular el abundante material de su clínica..."
Las alusiones al Profesor, aparecen en infinidad de textos y revistas; así en cuanto a la técnica del empleo del Salvarsan, tambien fue Azúa el primer experto, y en un trabajo publicado por el número de Junio-Julio de 1911, Año III de Actas Dermosifilográficas, en la página 6 de éste trabajo dice, que como sobre estos particulares, "nos obligaría a extendernos en largas consideraciones la demostración de nuestra discrepancia, nos remitimos al trabajo del Sr. Azúa, donde este autor hace tiempo dejó bien planteados estos asuntos"
También fue modificado ventajosamente por Azúa el procedimiento original de la reacción Wassermann empleando amboreceptor antihumano y complemento humano; así puede demostrarse por los comentarios de Álvarez Sierra:
"Cuando las gentes dudaban, cuando el público técnico no sabía a que atenerse respecto al Wassermann, las observaciones de éste maestro, controlado con sus diagnósticos clínicos, tuvieron el valor de una sentencia".
Azúa creyó siempre en la estadística. Si esta era honrada, afirmaba que, sabiéndola leer a fondo, aportaba, además de experiencia, normas sugeridoras.
Esta figura de la Dermatología era de estatura regular, más bien bajo que alto, delgado, no muy derecho de columna vertebral, con brazos y piernas ágiles. Su nerviosidad y su violencia al reaccionar contra toda clase de circustancias desagradables, dieron lugar a múltiples anécdotas y episodios.
El Profesor Azúa era todo un carácter, trabajador infatigable, así lo demostró hasta el último instante, rudo en la forma de ordinario, fino en el fondo. Recto y justo, catedrático de enorme conciencia docente y de cumplimiento del deber, aprovechó su tribuna oficial para conjugarla con la experiencia y la enfermería de su Servicio del Hospital de San Juan de Dios. Puede considerarse al maestro Azúa, como el modelo de médicos del Hospital y clínico.
En plenos dias de gloria y de felicidad, cuando su escuela conquistaba la máxima consagración en el extranjero, sufrió un ataque de hemiplejía, por embolia cerebral, en 1918. Supo aún sobreponerse a tan grave dolencia y arrastrando su parálisis continuó viendo enfermos, publicando, estudiando y asistiendo a Cátedra. Vivió Azúa, sin embargo sobreviviéndose a sí mismo. Inteligencias como la suya no pueden apagarse fácilmente.
Elegido académico en la vacante del Dr. Guedea, el 30 de Abril de 1916, murió sin llegar a leer el discurso(*) de ingreso el día 5 de Mayo de 1922; discurso que sería su última producción, titulado: "Clasificación y comentarios dermatológicos", en el que expone un plan completo de distribución nosológica de las enfermedades de la piel según los modernos conceptos de anatomopatología y etiología. Este trabajo también sería el preparatorio para su gran libro. El arsenal recopilado para este -¡más de 80.000 historias clínicas de enfermos vistos por él!- le hubiera suministrado datos insustituibles que habrían valorado extraordinariamente su libro. Por el interés que esto conlleva, hemos considerado hacer unos comentarios, así como insertar su clasificación, lineas más adelante.
Su cadaver recibió sepultura en la Necrópolis del Este, el día 5 de Mayo de 1922.
Su trayectoria posee tal importancia que merece transcribir su Autobiografía en página aparte.
(*) Discurso de ingreso....."Ante todo perdón por el retraso con que acudo a daros las gracias por el honor que hace cinco años de vosotros recibí, al ser elegido miembro de esta Corporación..."
"...para ingresar en ella, traigo lo que más genuinamente represento..." (Así comenzaba Azúa el discurso para su recepción en la Real Academia de Medicina).
"Ingresé por oposición sin chanchullos propios en el planeta tierra el primero de Septiembre de 1859 en Madrid, 142 de la calle de Hortaleza; inmediatamente fuí transportado a Siruela (Badajoz), en donde además de las picaduras propias de la angelical niñez, aprendí por el sistema Iturzaeta a escribir, y a leer por el sistema de una palmeta con agujeros que un fierísimo Maldonado que teniamos por maestro, manejaba con gran liberalidad; descollé en tirar piedras y en el fomento del vicio de fumar, por apropiarme de cigarrillos de mi padre y repartirlos al anochecer en el pórtico que tenía la escuela en la plaza del pueblo; allí inicié mis aptitudes discursivas, pero nada hacía pensar que yo estuviera destinado a la dermatología clínica y a su enseñanza..."
"...A los nueve años torné a Madrid y quedé en casa de un mi tio, médico, Dr Juan Suarez Monge, gran humanista y mejor persona, que me educó con sin igual cariño, introduciéndome la lógica y la filosofía del sentido común que era en él natural y abundante, aunque decía que la había aprendido con los frailes de Santo Tomás, a cuya enseñanza concurrió del año 30 al 40 del pasado siglo; hice el bachillerato en el noviciado, pero lo aprendí en casa con mi tio y con un maestro mixto de seminarista descarrilado y arquitecto encarrilado, que entre preposiciones, silogismos y algún pellizco, me introdujo algo de humanidades y más elementos de matemáticas, llegando a bachiller con los generosos sobresalientes de rigor el año 75, en el que mi tio Juan murió entre los cincuenta y sesenta años, de crup diftérico, contagiado por un enfermito a quién asistía; este año empezé la medicina con el preparatorio y el 77 ingresé como interno y estuve hasta terminar en las clínicas de Encinas, de Creus, Olivares (tocólogo) y Cortagnenera, en donde curando a un enfermo que, siendo ciego, había contraido una blenorragia y contagiado los muñones de sus ojos, tuve la gran desgracia de contagiarme yo el ojo izquierdo y perderlo en tres días; este desastre no extinguió mis amores clínicos y seguí en las enfermerías hasta terminar; en estos años escolares fuí presidente del Ateneo de Internos e hice un trabajo algo curioso para aquel tiempo, que fué el ensayo del cloroformo en el parto en 68 o 70 casos..."
"...Licencié en Marzo del 79 y el 80 hice oposiciones a Sanidad Militar, obteniendo una plaza que no llegué a ocupar, por atraerme mis aficciones hacia los hospitales de Madrid..."
"...El 82 hice y gané oposiciones a una plaza única de Beneficiencia Municipal y desempeñé la tercera sección de Buenavista, que comprendía..................
Continuará...
Otra alusión de esos mismo autores, en cuanto a la experiencia con las inyecciones de calomelanos manifiestan, que casi al mismo tiempo que Neisser, e independientemente de él, recomendó el Profesor Azúa el uso combinado de Salvarsan e inyecciones de calomelanos.
También fue modificado ventajosamente por Azúa el procedimiento original de la reacción Wassermann empleando amboreceptor antihumano y complemento humano; así puede demostrarse por los comentarios de Álvarez Sierra:
"Cuando las gentes dudaban, cuando el público técnico no sabía a que atenerse respecto al Wassermann, las observaciones de éste maestro, controlado con sus diagnósticos clínicos, tuvieron el valor de una sentencia".
Azúa creyó siempre en la estadística. Si esta era honrada, afirmaba que, sabiéndola leer a fondo, aportaba, además de experiencia, normas sugeridoras.
Esta figura de la Dermatología era de estatura regular, más bien bajo que alto, delgado, no muy derecho de columna vertebral, con brazos y piernas ágiles. Su nerviosidad y su violencia al reaccionar contra toda clase de circustancias desagradables, dieron lugar a múltiples anécdotas y episodios.
El Profesor Azúa era todo un carácter, trabajador infatigable, así lo demostró hasta el último instante, rudo en la forma de ordinario, fino en el fondo. Recto y justo, catedrático de enorme conciencia docente y de cumplimiento del deber, aprovechó su tribuna oficial para conjugarla con la experiencia y la enfermería de su Servicio del Hospital de San Juan de Dios. Puede considerarse al maestro Azúa, como el modelo de médicos del Hospital y clínico.
En plenos dias de gloria y de felicidad, cuando su escuela conquistaba la máxima consagración en el extranjero, sufrió un ataque de hemiplejía, por embolia cerebral, en 1918. Supo aún sobreponerse a tan grave dolencia y arrastrando su parálisis continuó viendo enfermos, publicando, estudiando y asistiendo a Cátedra. Vivió Azúa, sin embargo sobreviviéndose a sí mismo. Inteligencias como la suya no pueden apagarse fácilmente.
Elegido académico en la vacante del Dr. Guedea, el 30 de Abril de 1916, murió sin llegar a leer el discurso(*) de ingreso el día 5 de Mayo de 1922; discurso que sería su última producción, titulado: "Clasificación y comentarios dermatológicos", en el que expone un plan completo de distribución nosológica de las enfermedades de la piel según los modernos conceptos de anatomopatología y etiología. Este trabajo también sería el preparatorio para su gran libro. El arsenal recopilado para este -¡más de 80.000 historias clínicas de enfermos vistos por él!- le hubiera suministrado datos insustituibles que habrían valorado extraordinariamente su libro. Por el interés que esto conlleva, hemos considerado hacer unos comentarios, así como insertar su clasificación, lineas más adelante.
Su cadaver recibió sepultura en la Necrópolis del Este, el día 5 de Mayo de 1922.
Su trayectoria posee tal importancia que merece transcribir su Autobiografía en página aparte.
(*) Discurso de ingreso....."Ante todo perdón por el retraso con que acudo a daros las gracias por el honor que hace cinco años de vosotros recibí, al ser elegido miembro de esta Corporación..."
"...para ingresar en ella, traigo lo que más genuinamente represento..." (Así comenzaba Azúa el discurso para su recepción en la Real Academia de Medicina).
"Ingresé por oposición sin chanchullos propios en el planeta tierra el primero de Septiembre de 1859 en Madrid, 142 de la calle de Hortaleza; inmediatamente fuí transportado a Siruela (Badajoz), en donde además de las picaduras propias de la angelical niñez, aprendí por el sistema Iturzaeta a escribir, y a leer por el sistema de una palmeta con agujeros que un fierísimo Maldonado que teniamos por maestro, manejaba con gran liberalidad; descollé en tirar piedras y en el fomento del vicio de fumar, por apropiarme de cigarrillos de mi padre y repartirlos al anochecer en el pórtico que tenía la escuela en la plaza del pueblo; allí inicié mis aptitudes discursivas, pero nada hacía pensar que yo estuviera destinado a la dermatología clínica y a su enseñanza..."
"...A los nueve años torné a Madrid y quedé en casa de un mi tio, médico, Dr Juan Suarez Monge, gran humanista y mejor persona, que me educó con sin igual cariño, introduciéndome la lógica y la filosofía del sentido común que era en él natural y abundante, aunque decía que la había aprendido con los frailes de Santo Tomás, a cuya enseñanza concurrió del año 30 al 40 del pasado siglo; hice el bachillerato en el noviciado, pero lo aprendí en casa con mi tio y con un maestro mixto de seminarista descarrilado y arquitecto encarrilado, que entre preposiciones, silogismos y algún pellizco, me introdujo algo de humanidades y más elementos de matemáticas, llegando a bachiller con los generosos sobresalientes de rigor el año 75, en el que mi tio Juan murió entre los cincuenta y sesenta años, de crup diftérico, contagiado por un enfermito a quién asistía; este año empezé la medicina con el preparatorio y el 77 ingresé como interno y estuve hasta terminar en las clínicas de Encinas, de Creus, Olivares (tocólogo) y Cortagnenera, en donde curando a un enfermo que, siendo ciego, había contraido una blenorragia y contagiado los muñones de sus ojos, tuve la gran desgracia de contagiarme yo el ojo izquierdo y perderlo en tres días; este desastre no extinguió mis amores clínicos y seguí en las enfermerías hasta terminar; en estos años escolares fuí presidente del Ateneo de Internos e hice un trabajo algo curioso para aquel tiempo, que fué el ensayo del cloroformo en el parto en 68 o 70 casos..."
"...Licencié en Marzo del 79 y el 80 hice oposiciones a Sanidad Militar, obteniendo una plaza que no llegué a ocupar, por atraerme mis aficciones hacia los hospitales de Madrid..."
"...El 82 hice y gané oposiciones a una plaza única de Beneficiencia Municipal y desempeñé la tercera sección de Buenavista, que comprendía..................
Continuará...
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